La (pesada) mochila

Vivimos asediados por las luces y sombras de nuestro pasado que nos impiden vivir el presente y nos ocultan el futuro, los errores que hemos cometido, todas las cosas que pudimos hacer y no hicimos, por vergüenza por miedo al que dirán o por miedo a no conseguirlo, se podría hacer una lista interminable de cosas del pasado que nos reprochamos a nosotros mismos. Tambien estan las cosas que hicimos pero que pudimos hacer mejor, o buenos recuerdos que se convierten en nostalgia, y que tratamos de revivirlos sin darnos cuenta de que cada momento es único, irrepetible. Son como piedras que vamos echando a nuestra mochila de viaje y con cada otra que echamos esta se vuelve más y más pesada, hasta que su peso se vuelve insoportable y no podemos más.


Nos encontramos con otras personas en nuestro particular camino algunas de ellas se pueden ofrecer a ayudarnos cargando un poco nuestra mochila a otros se las hacemos cargar quieran o no por egoismo o por ignorancia sin saber que ellos tambien tienen la suya. Pero al final esta mochila siempre regresa a su dueño, indudablemente. Entonces ¿como podemos aligerar la carga y dejar sólo lo necesario? Con un acto necesario y liberador: el perdón. El perdón sincero que sólo puede darse uno mismo, el que nos liberará de nuestra pesada carga.

Este perdón esta acompañado de la aceptación, aceptar nuestros errores, aceptar el punto actual en el que nos encontramos, aceptar la responsabilidad de las desiciones que nos llevaron a ese punto, aceptar que el pasado ha pasado, llorar si es necesario y reconocer que si nosotros mismos nos pusimos en semejante embrollo tambien tenemos la capacidad de arreglarlo y salir de el. Dejar de lado la resignación más relacionada a la lamentación  que nos hace jugar el papel de victimas y como hojas nos deja a merced del viento, llevandonos a donde este disponga dejando en manos de terceros lo que debería ser de nuestra total incumbencia.

Todos hemos cometido errores, todos podemos corregirlos y aprender de ellos. La culpa es una pesada mochila que nos impide avanzar, como el ancla de un barco le impide surcar el mar. Vaciemos nuestra mochila con ese sincero acto, levemos el ancla, icemos velas y sigamos navegando.



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